La salud mental nos compete a todos, independientemente de la ocupación o edad que tengamos. Según cifras entregadas por la Organización Mundial de la Salud, se calcula que cerca de 450 millones de personas en todo el mundo se ven afectadas por un problema de salud mental que dificulta gravemente su vida, lo que lleva a que con más razón se prendan las alarmas sobre esta problemática.

Los deportistas no son ajenos a esta condición y más cuando se ven enfrentados a situaciones extremas de estrés y presión. Recientemente, durante los Juegos Olímpicos Tokio 2020, la cuatro veces campeona olímpica, Simone Biles, fue admirada en el mundo entero cuando decidió hacer un alto en el camino y poner su bienestar por encima de la competencia.

“Tengo que concentrarme en mi salud mental. Simplemente creo que la salud mental es más importante en los deportes en este momento. Tenemos que proteger nuestras mentes y nuestros cuerpos, y no solo salir y hacer lo que el mundo quiere que hagamos“, aseguró la gimnasta causando todo tipo de reacciones a través de redes sociales y medios de comunicación.

Los atletas de alto rendimiento se ven enfrentados a la disciplina y a niveles de competencia extremos, llevándolos a sentir tensiones, cargas físicas, psicológicas y una enorme responsabilidad. Para entender mejor este panorama, Andrés Felipe Zapata Yepes, Psicólogo Especialista en Psicología del Deporte y el Ejercicio de la Universidad El Bosque, reveló en entrevista con PUBLIMETRO cómo este tema cada vez ha tomado más fuerza a nivel mundial, cuáles son sus signos de alarma y en qué momento saber que se debe acudir a un especialista.

“Los deportistas antes de ser deportistas son personas y se entiende desde la parte científica que tener una buena salud mental implica que puedan llevar a cabo todas sus actividades, relaciones sociales, entretenimiento, competencia y actividades extracurriculares, bien sea académicas o laborales, con un estado de bienestar general. Esto no significa que no tengan altibajos, cambios emocionales y momentos difíciles, sino que pese a ellos puedan realizar sus actividades de forma normal”, aseguró el investigador sobre salud mental en deportistas.

Muchos de ellos son vistos como personas con una serie de poderes especiales y más cuando representan a un país. Además, son altamente criticados cuando no logran cumplir sus objetivos, lo que puede llevarlos a sentir una presión mucho mayor al momento de competir. Pero con el paso del tiempo han aprendido a hablar con mayor facilidad ante el público sobre su salud mental e incluso sensibilizan a deportistas más jóvenes acerca de la importancia de cuidarse y acudir a redes de apoyo.

“Los deportistas se enfrentan a diferentes presiones que desde la psicología las nombramos como estresores y son las diferentes cosas que puedan generar presión o estrés al deportista. Hace poco el Comité Olímpico Internacional hizo unas investigaciones donde se dieron cuenta que un deportista de alto rendimiento se enfrenta a muchas cosas que se puedan generar esa presión y llegaron a una cifra de más de 640 estresores, solo en las actividades relacionadas con el deporte. Adicional a eso tienen todas las presiones normales de los seres humanos: académicas, laborales, familiares; todo esto se suma y en conjunto estas presiones pueden ir constituyendo factores de riesgo que terminan amenazando su salud mental”, agregó.

¿Cuáles son los signos de alarma para buscar ayuda de un profesional?

Según la herramienta de reconocimiento de salud mental en el deporte (SMHRT-1), desarrollada por el Comité Olímpico Internacional, las señales de alerta de posibles amenazas a la salud mental, en las que se recomienda buscar ayuda inmediata son:

• Comentarios relacionados con hacerse daño a sí mismo.
• Hablar de sentirse desesperanzado o abrumado de tal manera que no pueda funcionar normalmente.
• Cambios de peso dramáticos.
• Otros comportamientos, emociones y apariencias muy poco característicos de la persona.
• Un episodio repentino de miedo intenso, con síntomas físicos como sudoración o dificultad para respirar que nunca se haya experimentado o que sea diferente a cualquier experiencia anterior (podría ser un ataque de pánico u otro problema médico).